Caminando sobre brasas.
Hace unos años, con mi amiga y compañera de infantil Maribel, emprendimos un viaje a Sevilla para asistir a un evento presencial con Emilio Calvo. Lo conocíamos por las redes sociales y nos atraía su estilo honesto y directo.
Buscábamos un cambio: impulsar nuestras vidas, sanar patrones mentales y profundizar en el autoconocimiento. Estábamos en plena pandemia, en un momento de restricciones, mascarillas y pruebas PCR. Reunirnos con 80 personas en los salones de un hotel sevillano para trabajar el crecimiento personal parecía, en aquellos días, una auténtica locura.
Pero fue una magnífica locura. Fue un fin de semana lleno de convivencia y aprendizaje, vivido desde el cuerpo, las emociones y la mente. Nos contamos verdades y descubrimos el poder de la autenticidad.
Superando lo imposible:
Aún recuerdo las experiencias impactantes que vivimos aquellos días (y en otro encuentro al año siguiente). Gracias a Emilio, su equipo y los demás compañeros/as, logremos cosas que parecían imposibles:
- ¿Doblar varillas de acero con el cuello?
- ¿Partir tablas de madera?
- ¿Caminar sobre brasas sin quemarnos?
Cuando terminaron esos días, en los que sorprendentemente logramos muchos partir tablas con nuestras propias manos, doblar acero con el cuello y caminar cientos de metros sobre brasas, algo cambió en mí.
Tuve la certeza de que cualquier cosa que me propusiera la iba a conseguir. Esta certeza no era mental, era celular. Es lo que ocurre cuando te encuentras en el lugar correcto y tomas las decisiones correctas.
Sin embargo, comprender esta certeza fue solo el primer paso. Tuvieron que pasar años para que esas transformaciones se reflejaran plenamente en mi vida, porque , como dice otro gran coach, Sergio Fernández, los cambios profundos no ocurren de un día para otro.
El tiempo y la paciencia:
Lo primero es saber que puedes. Ese es un paso fundamental. Pero después, hay que dar los pasos necesarios y dejar que pase el tiempo. Las cosas importantes necesitan tiempo. Este proceso es un reto para muchos, porque la paciencia no siempre es fácil de practicar.
En ese intervalo de espera, algunas personas abandonan, toman atajos o se dejan llevar por la frustración. Pero como dijo Machado:
"Caminante, son tus huellas el camino, y nada más;
caminante, no hay camino, se hace camino al andar."
Es importante recordar que cada paso cuenta y que el camino se construye con perseverancia y valentía.
“Nuestro miedo más profundo no es que seamos inadecuados. Nuestro miedo más profundo es que somos poderosos más allá de toda medida.”
Marianne Williamson
Reflexión final:
Cuando miro hacia atrás, veo cómo esas experiencias excepcionales me enseñaron que los sueños se alcanzan con perseverancia. Cada pequeño paso cuenta, y cada momento de espera es parte del proceso.
¿Por qué no nos ponemos en marcha? No somos un árbol.
Actúa si quieres mejorar tu vida, tu trabajo y tu contribución como maestra. Sin prisas, pero sin pausas, juntas podemos iniciar un camino para mejorar como personas y, así, mejorar también nuestra escuela.
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