🌱 Educar más allá de las paredes. El pedagogo Ferrière.

 

🌱 Otra forma de educar, otra forma de nutrirnos.

 

 Me gustaría que leyeras este texto que tiene 146 años (1879):



"Y crearon la escuela
como el diablo había ordenado.

El niño ama la naturaleza,
así que lo cerraron en cuatro paredes.

No puede sentarse durante horas sin moverse,
por lo tanto, minimizaron su libertad de movimiento.

Le gusta trabajar con las manos.
y empezaron a presentarle información y teorías.


Le encanta hablar con sinceridad -
le enseñaron a callar.

Se esfuerza por entender -
le enseñaron a memorizar.

Le gustaría explorar por sí mismo y usar su conocimiento (alma) -
pero lo obtuvo todo en formato pre-empaquetado en docenas de hojas de trabajo grises.

A través de todo,
los niños aprendieron lo que nunca habrían aprendido
en otras circunstancias: han aprendido a no cuestionar nada y a adaptarse".

Adolfo Ferriere

 



Al leer las palabras del pedagogo Adolphe Ferrière, escritas en 1879, siento un eco que resuena todavía hoy en muchas aulas. Nos recuerda un doloroso contraste: la escuela, pensada para liberar al ser humano, a menudo se convirtió en una cárcel de silencios, de movimientos restringidos, de verdades empaquetadas. Un espacio que enseñó —más que a pensar— a obedecer.


Ferrière denuncia, con la lucidez de su tiempo, el divorcio entre la vida y la educación. El niño ama la naturaleza, pero lo encerramos. Su cuerpo pide movimiento, pero lo obligamos a permanecer quieto. Su mente necesita expresarse, pero le imponemos el silencio. Y así, lo más sagrado —la curiosidad, la creatividad, la chispa del alma— se fue apagando bajo capas de disciplina y conformismo.


Hoy, más de un siglo después, como docentes, tenemos la oportunidad y la responsabilidad de transformar este paradigma

La neurociencia nos muestra que el cerebro aprende mejor cuando se siente libre, seguro y enraizado en la experiencia. El aprendizaje no florece en la rigidez, sino en la exploración, en la emoción, en la conexión.


🌞 Educar no debería ser domesticar, sino despertar.

Educar no es llenar cabezas, es expandir corazones. Educar es acompañar al ser humano a encontrarse consigo mismo y con su propósito, no a repetir fórmulas sin vida.


Si la vieja escuela enseñó a callar, la nueva escuela necesita enseñar a dialogar, ¿o no?
Si antes enseñó a memorizar, ahora debemos enseñar a comprender y a crear.

Si antes el cuerpo era un estorbo, hoy reconocemos su íntima unión con la mente: respirar, moverse, descansar y alimentarse bien son parte de la pedagogía.

 Por ello, la educación auténtica ocurre cuando un aula se abre al aire libre, cuando los niños/as sienten el sol en la piel, pisan la tierra descalzos y descubren que aprender no es huir de la vida, sino sumergirse en ella.

Los docentes que hoy se atreven a romper esquemas son los herederos de esa visión transformadora de Ferrière: maestras y maestros que siembran confianza en lugar de miedo, que entienden que la disciplina más profunda nace del respeto y no de la imposición.

 La verdadera lección que necesitamos como sociedad es que nuestros niños y niñas no vinieron a adaptarse a un molde, sino a desplegar sus alas. Y nuestra misión como educadores es recordarles, cada día, que esas alas ya existen.

Qué tarea tan extraordinaria para estos tiempos, los del siglo XXI, con paradojas tan curiosas como la conexión digital constante que nos ha "desconectado" de nuestro propio cuerpo y de la naturaleza.

 


 

Nos encontramos con que  hemos ido construyendo vidas urbanizadas, sociedades industrializadas y contextos de cemento, que en muchos casos dificultan la interacción cotidiana con lo verde, los ciclos naturales de luz y oscuridad, frío y calor, tierra y cielo.


Pasamos horas encerrados en oficinas, aulas, habitaciones…, alejados del sol que tanto se ha demonizado y que tanto nos alimenta.


Un estilo de vida que promueve el sedentarismo y descuida el descanso.


A la mínima incomodidad, nos tomamos algo que nos calme y anule esa sensación de incomodidad,


La mayor parte del tiempo no somos conscientes de cómo estamos…, no entendemos la información que nos ofrece nuestro propio cuerpo, el para qué de las emociones. Prueba de ello es la pregunta más manida de la historia:
¿Cómo estás? 

¿Cuántas veces respondemos con honestidad a esta cuestión evitando el «Bien», «Tirando» o «No me puedo quejar»?


A pesar de vivir amontonados en pueblos y ciudades, hemos perdido el vecindario. El aislamiento social es el mayor en la historia de la humanidad.


A nivel mundial, el estudio de Gallup y Meta sobre el estado global de las conexiones sociales arroja un alarmante porcentaje de jóvenes que experimenta un alto nivel de soledad. El 25 por ciento de jóvenes de entre 15 y 18 años, afirma sentirse «bastante solo», el dato aumenta ligeramente al 27 por ciento entre los jóvenes de 19 a 29 años…, pero curiosamente el porcentaje desciende al 17 por ciento en los mayores de 65 años.

Hemos aparcado lo sagrado de nuestra sociedad, en nuestro día a día no hay tiempo para conectar con algo más profundo, con lo sobrenatural.
Apagamos los circuitos cerebrales asociados con la fe, y con ello, apagamos algunos comportamientos humanistas. 


 

Investigaciones de la Johns Hopkins University y de la Northwestern University, entre otras, sugieren que las redes neurológicas que sustentan las representaciones de Dios amplifican
las respuestas empáticas en el cerebro humano, y las creencias espirituales evocan respuestas prosociales y comportamientos altruistas.

Nos hemos alejado de la tierra, del cielo, del cuerpo, de los demás, del alma…, de nosotros mismos. Si echamos la vista atrás y analizamos cómo ha sido la evolución humana, encontramos una pauta común y no tan evidente que acompaña este aparente progreso: la desconexión progresiva con lo esencial.

Y la escuela es un claro reflejo de esta sociedad desconectada de sí misma, como denunciaba hace más de un siglo Ferrière.

Por ello, recordar a Ferrière no es un ejercicio de nostalgia, sino un acto de responsabilidad. Nos inspira a mirar el presente con valentía y a preguntarnos: ¿seguimos encerrando a los niños/as en las viejas paredes del miedo o los estamos guiando hacia la vida, hacia la conexión con su cuerpo, emociones y mente?

 

Piensa diferente, cuidate diferente, educa diferente.


 


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